Busqué buscando la palabra olvidada
aquella que callé, ésta que guardé,
entre todas no la hallé, la había quemado.
Busqué buscando su eco en el abismo
por saber si era lo mismo, sentir que amar.
¡Cómo pude olvidar la frase casi sagrada!
su calor en madrugada, su luz en noche cerrada.
Busqué buscando su sonido en el trueno,
sin saber que repica en la risa de un niño
y así entre plumas, algodones y armiño,
la trae la brisa con su frescor tan bueno.
¿No la sabes? ¿Aún no la hallas?
¿O es que tú también su nombre callas
y con garabatos en papeles pretendes mitigar
la fuerza que te impulsa, volver a amar?
Es un espacio donde incluiré poesías y cuentos de mi autoría, y de autores cuya lectura atesoro, para que puedas leerlos y emitas opiniones o comentarios sobre los mismos. (Los derechos de los autores están reservados. Puede utilizarse el material, citando la fuente y Autor)
PARTICIPACIONES
He decidido adherir a la publicación de algunos de mis escritos en la página: www.tuloescribes.com.ar
Allí lo hago bajo el seudónimo: ODERFLA.
Agradeceré sus comentarios.
Después de mucho tiempo, vuelvo a publicar en el Blog. espero comentarios, opiniones, críticas, etc.
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martes, 28 de diciembre de 2010
miércoles, 15 de diciembre de 2010
EL PARQUE
Soledad de banco en el parque
maderos que el tiempo desluce,
ya no lo cobija a su sombra la acacia
a cuya penumbra jugaba el amor.
Sólo hojas de otoño cubren su asiento,
hojas a sus pies, hojas que lleva el viento.
La brisa ya no trae el aroma
de glicinas coronando una pérgola,
ni los canteros lucen su amapolas
ni los senderos sus naranjas de tejuelas.
¿Dónde quedó aquel tiempo de primavera?
¿Dónde sus colores, arreboles y soles?
maderos que el tiempo desluce,
ya no lo cobija a su sombra la acacia
a cuya penumbra jugaba el amor.
Sólo hojas de otoño cubren su asiento,
hojas a sus pies, hojas que lleva el viento.
La brisa ya no trae el aroma
de glicinas coronando una pérgola,
ni los canteros lucen su amapolas
ni los senderos sus naranjas de tejuelas.
¿Dónde quedó aquel tiempo de primavera?
¿Dónde sus colores, arreboles y soles?
jueves, 2 de diciembre de 2010
LUNA
Baja la luna al niño
que te la pide en un ruego,
alienta así su juego
con amor y cariño.
Baja la luna al niño
que tienes en tus brazos,
y así entre abrazos
dale vuelo a su sueño.
Baja la luna al niño
esa que asoma entre flores,
del árbol de los primores
cual si fuera sólo un guiño.
Baja la luna al niño
y que ruede a la ventura,
alentando la travesura
de tenerla a su dominio.
que te la pide en un ruego,
alienta así su juego
con amor y cariño.
Baja la luna al niño
que tienes en tus brazos,
y así entre abrazos
dale vuelo a su sueño.
Baja la luna al niño
esa que asoma entre flores,
del árbol de los primores
cual si fuera sólo un guiño.
Baja la luna al niño
y que ruede a la ventura,
alentando la travesura
de tenerla a su dominio.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
LUCIÉRNAGA
La noche presta su oscuridad
para el tenue brillar de luciérnaga,
no compite con el sol que la apaga,
ella luce ropaje de sobria humildad.
Luciérnaga y noche juegan su sino
cuando huye la luz en busca del día,
es que no tiene ninguna la osadía
de transgredir del tiempo su destino.
Diminuto haz de luz en la sombra
a un tiempo se muestra y esconde,
así expresa amor que se expande
cobijado en instantes de penumbra.
Titila su luz en latido angustioso
cual corazón en pecho palpitante,
es que la vida se le va en un instante
y el alba la llamará a eterno reposo.
para el tenue brillar de luciérnaga,
no compite con el sol que la apaga,
ella luce ropaje de sobria humildad.
Luciérnaga y noche juegan su sino
cuando huye la luz en busca del día,
es que no tiene ninguna la osadía
de transgredir del tiempo su destino.
Diminuto haz de luz en la sombra
a un tiempo se muestra y esconde,
así expresa amor que se expande
cobijado en instantes de penumbra.
Titila su luz en latido angustioso
cual corazón en pecho palpitante,
es que la vida se le va en un instante
y el alba la llamará a eterno reposo.
miércoles, 20 de octubre de 2010
AYER...
Hubo un tiempo
de sueños embarcados
en barquitos plegados
impulsados por el viento.
Hubo un tiempo de luna
contemplada con asombro,
de frases que ya ni nombro
y caricias como de pluma.
Hubo un tiempo de colores
en que crecí con tanta prisa,
que hasta perdí la sonrisa
de los primeros amores.
Hubo un tiempo de sombras
ocultando en oscuridad la armonía,
no cabía un signo de alegría
todo se sumió en penumbras.
Hubo un tiempo de esperanzas,
de complicidades compartidas
con palabras tan sentidas,
de las que quedan sólo añoranzas.
de sueños embarcados
en barquitos plegados
impulsados por el viento.
Hubo un tiempo de luna
contemplada con asombro,
de frases que ya ni nombro
y caricias como de pluma.
Hubo un tiempo de colores
en que crecí con tanta prisa,
que hasta perdí la sonrisa
de los primeros amores.
Hubo un tiempo de sombras
ocultando en oscuridad la armonía,
no cabía un signo de alegría
todo se sumió en penumbras.
Hubo un tiempo de esperanzas,
de complicidades compartidas
con palabras tan sentidas,
de las que quedan sólo añoranzas.
lunes, 4 de octubre de 2010
OTOÑAL
Se aquieta en la tarde
del viento su hora,
añora en quebradas su aurora,
se apaga en un sol que no arde.
Rumorea confidente el arroyo
acompañando del hombre su pena,
éste es viejo, cansado se apena.
Siente en su mano, débil apoyo.
Un número no le responde,
la comunicación no se establece,
la noche ya no le apetece
y el brillo de luna se esconde.
del viento su hora,
añora en quebradas su aurora,
se apaga en un sol que no arde.
Rumorea confidente el arroyo
acompañando del hombre su pena,
éste es viejo, cansado se apena.
Siente en su mano, débil apoyo.
Un número no le responde,
la comunicación no se establece,
la noche ya no le apetece
y el brillo de luna se esconde.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
HOY
Autor: Alfredo R. MORS - (en Córdoba... 7/9/2010)
Hoy pediste toda la luz
reflejada en pinceladas,
que olvidaran las apagadas
oscuridades de un contraluz.
Hoy pediste una aurora
de cielo azul sin frontera
donde estalle color de primavera
en la vida que se avizora.
Hoy pediste que los tonos brillantes
inundaran una nueva paleta,
olvidando desolados paisajes de silueta
y que brillen los tules transparentes.
Hoy pediste un mundo de fantasía,
con campos de lavanda y violeta,
y que una alocada veleta
apunte al viento de la alegría.
Hoy pediste toda la luz
reflejada en pinceladas,
que olvidaran las apagadas
oscuridades de un contraluz.
Hoy pediste una aurora
de cielo azul sin frontera
donde estalle color de primavera
en la vida que se avizora.
Hoy pediste que los tonos brillantes
inundaran una nueva paleta,
olvidando desolados paisajes de silueta
y que brillen los tules transparentes.
Hoy pediste un mundo de fantasía,
con campos de lavanda y violeta,
y que una alocada veleta
apunte al viento de la alegría.
viernes, 27 de agosto de 2010
INSTANTE Y VIAJE
Autor: Alfredo MORS - Córdoba, 20/8/2010
Tú, que pautas tu semana
como pausa entre dos viajes,
cortos instantes éstos
de encuentros y reencuentros.
Tú, que cargas tu bolso
con tus prendas y desvelos,
soportando en esa carga
las noches y los días.
Tú, que eres capaz
de aceptar el desafío
de ayudar al desvalido,
tomando su mano cansada.
Deja que cargue tu bolso,
que alivie tu partida,
que estreche entre mis manos
tus manos generosas.
Lleva sólo un poema
o una romántica historia,
y deja libres tus manos
agitarse como palomas.
Yo recogeré su brisa
transportada entre tibiezas
o copiaré con mi mano,
tu mano en los cristales.
Un instante se detiene…
dando paso a la prisa,
me queda de ti la sonrisa,
de un tiempo de andén.
Tú, que pautas tu semana
como pausa entre dos viajes,
cortos instantes éstos
de encuentros y reencuentros.
Tú, que cargas tu bolso
con tus prendas y desvelos,
soportando en esa carga
las noches y los días.
Tú, que eres capaz
de aceptar el desafío
de ayudar al desvalido,
tomando su mano cansada.
Deja que cargue tu bolso,
que alivie tu partida,
que estreche entre mis manos
tus manos generosas.
Lleva sólo un poema
o una romántica historia,
y deja libres tus manos
agitarse como palomas.
Yo recogeré su brisa
transportada entre tibiezas
o copiaré con mi mano,
tu mano en los cristales.
Un instante se detiene…
dando paso a la prisa,
me queda de ti la sonrisa,
de un tiempo de andén.
viernes, 13 de agosto de 2010
ALLI
Allí, donde el cerro
se funde en el cielo inmenso,
donde la luz juguetea
escondiéndose en las sombras
de una quebrada…
Allí, donde el viento
trae como susurro
mil voces que te nombran,
sonidos y canciones
de un tiempo que te evoca…
Allí, en las calles
de la ciudad donde vives
u otras calles de la vida,
que recorro alucinado…
Allí, donde el río
se despeña en cataratas,
o se funde entre rocas
en un mar de blanca espuma…
Allí, entre las flores
que adornan las plazas,
o en campos de lavanda
o en bandadas de palomas…
Allí, con el alma desbocada
por nostalgias y recuerdos,
te busco y no te encuentro.
Porque el sol quemó la sierra,
el viento llevó tu nombre,
la calle se cerró como camino,
el río se perdió entre arenales,
y las flores perdieron ya su aroma…
Y Tú, tan sólo Tú, no estás más.
Allí…
se funde en el cielo inmenso,
donde la luz juguetea
escondiéndose en las sombras
de una quebrada…
Allí, donde el viento
trae como susurro
mil voces que te nombran,
sonidos y canciones
de un tiempo que te evoca…
Allí, en las calles
de la ciudad donde vives
u otras calles de la vida,
que recorro alucinado…
Allí, donde el río
se despeña en cataratas,
o se funde entre rocas
en un mar de blanca espuma…
Allí, entre las flores
que adornan las plazas,
o en campos de lavanda
o en bandadas de palomas…
Allí, con el alma desbocada
por nostalgias y recuerdos,
te busco y no te encuentro.
Porque el sol quemó la sierra,
el viento llevó tu nombre,
la calle se cerró como camino,
el río se perdió entre arenales,
y las flores perdieron ya su aroma…
Y Tú, tan sólo Tú, no estás más.
Allí…
lunes, 2 de agosto de 2010
SOMBRA
La sombra se asombra
porque en versos se la nombra,
es que en el juego sin reglas
de la vida y su penumbra
del fuego y la luz que la provoca,
desde tiempo muy temprano,
cuando, pegada a la figura,
que parece prestarle su forma,
se mueve y acompaña
con desfachatada ternura
cada gesto de su dueña.
¿Dueña?
¿Imagen o sólo sombra
que proyecta remedos de aquella?
¿O será que por ser muy bella
buscó la sombra prestar su forma
a la figura que creemos su origen?
Figura y sombra son una
y complementaria armonía,
cuando ésta con picardía,
parece imitar los gestos de aquella.
En otros momentos se adelanta
y guía con atrevido paso,
copiando con su cuerpo cada tramo
de la escala que tienes por delante,
y es por ese talante
que la sombra se destaca.
La conocí a ella en figura,
creyendo que eso era el todo,
sin darme cuenta que la sombra,
se asociaba a nuestro encuentro.
Ella fundió en un instante
nuestras figuras en una,
sin importarle el distante
espacio que nos separa.
No le importó la distancia
ni el rubor de sus mejillas,
ni mi turbación en la instancia,
en que temblaron mis rodillas.
Ella se allanó en la vereda
y nos recostó sobre el muro,
y aunque éste parecía muy duro,
prestó su forma a la sombra.
¿Picardía? ¿Complicidad? ¿Asombro,
de ver que quizás la sombra,
sea la verdadera figura?
porque en versos se la nombra,
es que en el juego sin reglas
de la vida y su penumbra
del fuego y la luz que la provoca,
desde tiempo muy temprano,
cuando, pegada a la figura,
que parece prestarle su forma,
se mueve y acompaña
con desfachatada ternura
cada gesto de su dueña.
¿Dueña?
¿Imagen o sólo sombra
que proyecta remedos de aquella?
¿O será que por ser muy bella
buscó la sombra prestar su forma
a la figura que creemos su origen?
Figura y sombra son una
y complementaria armonía,
cuando ésta con picardía,
parece imitar los gestos de aquella.
En otros momentos se adelanta
y guía con atrevido paso,
copiando con su cuerpo cada tramo
de la escala que tienes por delante,
y es por ese talante
que la sombra se destaca.
La conocí a ella en figura,
creyendo que eso era el todo,
sin darme cuenta que la sombra,
se asociaba a nuestro encuentro.
Ella fundió en un instante
nuestras figuras en una,
sin importarle el distante
espacio que nos separa.
No le importó la distancia
ni el rubor de sus mejillas,
ni mi turbación en la instancia,
en que temblaron mis rodillas.
Ella se allanó en la vereda
y nos recostó sobre el muro,
y aunque éste parecía muy duro,
prestó su forma a la sombra.
¿Picardía? ¿Complicidad? ¿Asombro,
de ver que quizás la sombra,
sea la verdadera figura?
lunes, 19 de julio de 2010
HOY ESTÁS TRISTE
Autor: Alfredo R. MORS - Concepción - Tucumán . Julio 2010
Hoy estás triste y se te nota
pues tus ojos ya no tienen
ese brillo singular
y aunque quieras con tu música
o el bullicio acallar
la nostalgia que te agobia,
o la angustia que te aqueja…
Hoy estás triste y se te nota;
pues trocaste tu sonrisa
en mueca que la remeda
y tu voz no tiene el brillo
ni ese dulce tintineo.
Hoy estás triste y se te nota
pues no corres y apresuras
el encuentro tan querido
y te quedas tan callada…
que sólo puedo pensar:
Hoy estás triste y se te nota
Hoy estás triste y se te nota
pues tus ojos ya no tienen
ese brillo singular
y aunque quieras con tu música
o el bullicio acallar
la nostalgia que te agobia,
o la angustia que te aqueja…
Hoy estás triste y se te nota;
pues trocaste tu sonrisa
en mueca que la remeda
y tu voz no tiene el brillo
ni ese dulce tintineo.
Hoy estás triste y se te nota
pues no corres y apresuras
el encuentro tan querido
y te quedas tan callada…
que sólo puedo pensar:
Hoy estás triste y se te nota
jueves, 24 de junio de 2010
MIRADA
Autor: Alfredo MORS - Concepción - junio 2010
Préstame la mirada
como el agua, transparente,
para andar entre la gente
con el alma enamorada.
Préstame la mirada
de tus ojos tan oscuros,
para caminar los muy duros
senderos de la noche cerrada.
Préstame la mirada
para fijarme en los ojos del niño,
que implora y demanda cariño
con mano tendida esperanzada.
Préstame la mirada
que desde el corazón te brota,
para tocar de la cuerda la nota
que te haga vibrar ilusionada.
Préstame la mirada
para ahondar en profundidades,
que renueven con mocedades
una pasión muy guardada.
Préstame la mirada
como el agua, transparente,
para andar entre la gente
con el alma enamorada.
Préstame la mirada
de tus ojos tan oscuros,
para caminar los muy duros
senderos de la noche cerrada.
Préstame la mirada
para fijarme en los ojos del niño,
que implora y demanda cariño
con mano tendida esperanzada.
Préstame la mirada
que desde el corazón te brota,
para tocar de la cuerda la nota
que te haga vibrar ilusionada.
Préstame la mirada
para ahondar en profundidades,
que renueven con mocedades
una pasión muy guardada.
lunes, 14 de junio de 2010
TRONCO Y FLOR
Autor: Alfredo R. MORS - CONCEPCIÓN - 13-06-2010
Una flor se ha recostado
en añoso tronco de otoño,
buscando entre sus ramas
el reposar de sus penas.
No son sus semillas siquiera
provenientes de la misma tierra,
éste transplantado ya seca,
su piel, corteza y entraña.
La flor entreteje zarcillos,
prendiéndose entre sus grietas,
pareciendo en palabras discretas,
traducir sentimientos sencillos.
El tronco refleja en corteza
hendida en profundas honduras
el paso del tiempo, cicatrices,
que traduce para ella en decires,
invitándola a pensar en alturas.
Ella es pequeña y donosa,
segura, aunque dudosa,
de ser flor unida a la rama
o como el ave que clama,
entre plumas de cálido nido,
dejar atrás aunque dolido,
aquel amor que la inflama.
El añoso tronco reposa
sintiendo en un mismo tiempo,
que es viejo, estéril, leñoso,
alentando el sueño muy hermoso,
de la flor sostenida en intento,
de un amor que la haga dichosa.
Tronco y flor buscan destino
en momento muy distinto:
en ella traduce el instinto
de buscar en la vida su sino.
Sostiene el tronco roído,
anhelo de flor que se eleva,
y es su perfume el que lleva,
su dolor por verlo caído.
Hermanadas quietud y fragor,
se juntaron un día en amistad
que hizo florecer la bondad,
del tronco y la flor, en amor.
Una flor se ha recostado
en añoso tronco de otoño,
buscando entre sus ramas
el reposar de sus penas.
No son sus semillas siquiera
provenientes de la misma tierra,
éste transplantado ya seca,
su piel, corteza y entraña.
La flor entreteje zarcillos,
prendiéndose entre sus grietas,
pareciendo en palabras discretas,
traducir sentimientos sencillos.
El tronco refleja en corteza
hendida en profundas honduras
el paso del tiempo, cicatrices,
que traduce para ella en decires,
invitándola a pensar en alturas.
Ella es pequeña y donosa,
segura, aunque dudosa,
de ser flor unida a la rama
o como el ave que clama,
entre plumas de cálido nido,
dejar atrás aunque dolido,
aquel amor que la inflama.
El añoso tronco reposa
sintiendo en un mismo tiempo,
que es viejo, estéril, leñoso,
alentando el sueño muy hermoso,
de la flor sostenida en intento,
de un amor que la haga dichosa.
Tronco y flor buscan destino
en momento muy distinto:
en ella traduce el instinto
de buscar en la vida su sino.
Sostiene el tronco roído,
anhelo de flor que se eleva,
y es su perfume el que lleva,
su dolor por verlo caído.
Hermanadas quietud y fragor,
se juntaron un día en amistad
que hizo florecer la bondad,
del tronco y la flor, en amor.
miércoles, 2 de junio de 2010
POEMAS ENCADENADOS
Un día, no hace mucho tiempo, dos almas se hicieron mutuamente estos regalos que hoy comparto contigo. Sus nombres no los revelo por respeto. Quizás también por la vigencia de tres conceptos que rigen sus vidas: Prudencia, Mesura y Cordura.
En ese marco, nació el más bello sentimiento, desinteresado y noble, que se pueden tener una mujer y un hombre: la AMISTAD.
Esos regalos, dos poemas muy jóvenes, no por las edades de quienes los escribieron, sino por el contenido de sus versos, nacieron y permanecen así, encadenados uno al otro, independientemente de quienes los escribieron y de sus edades relativas. Aquí te los confío:
AMIGO
Te escribo amigo
porque quiero que sepas
cuanto me gustó tu
hermoso obsequio.
Te escribo amigo
porque te presentaste en mis días
y los poblaste de sueños
porque te quiero te escribo
te escribo porque te quiero.
Porque compartimos momentos
y aprendimos a querernos
te escribo porque te quiero
porque te quiero te escribo.
Porque desde hoy quiero
tenerte a ti como AMIGO
si tu aceptas mi cariño,
y si quieres quedarte conmigo.
AMIGA
Hoy quiero pensar contigo
en emprender nuevo camino,
imaginar que existe un destino
y puedo llamarme tu amigo.
Recibir tus versos de fantasía
es paladear la dulzura,
pues das plenitud y hermosura
a tu tierna, sentida, poesía.
En ese marco, nació el más bello sentimiento, desinteresado y noble, que se pueden tener una mujer y un hombre: la AMISTAD.
Esos regalos, dos poemas muy jóvenes, no por las edades de quienes los escribieron, sino por el contenido de sus versos, nacieron y permanecen así, encadenados uno al otro, independientemente de quienes los escribieron y de sus edades relativas. Aquí te los confío:
AMIGO
Te escribo amigo
porque quiero que sepas
cuanto me gustó tu
hermoso obsequio.
Te escribo amigo
porque te presentaste en mis días
y los poblaste de sueños
porque te quiero te escribo
te escribo porque te quiero.
Porque compartimos momentos
y aprendimos a querernos
te escribo porque te quiero
porque te quiero te escribo.
Porque desde hoy quiero
tenerte a ti como AMIGO
si tu aceptas mi cariño,
y si quieres quedarte conmigo.
AMIGA
Hoy quiero pensar contigo
en emprender nuevo camino,
imaginar que existe un destino
y puedo llamarme tu amigo.
Recibir tus versos de fantasía
es paladear la dulzura,
pues das plenitud y hermosura
a tu tierna, sentida, poesía.
domingo, 30 de mayo de 2010
CONFIDENCIAS
Que cosas la mesa diría
aquella que está solitaria,la misma que cobijó la historia
que poco a poco me contaría.
Me senté un día a su vera
sin conocer que escondía el secreto,
de un amor apasionado y discreto
que floreciera en noches de primavera.
Entre café y copa trasnochada
fui comprendiendo el fondo y la trama,
de una pasión que al corazón inflama
de una pasión que al corazón inflama
y que ayer quedara tronchada.
Mojado su mantel de llanto
la encontré un día nublado,
si hasta el cielo parecía enlutado
de presenciar tanto desencanto.
si hasta el cielo parecía enlutado
de presenciar tanto desencanto.
Ella había alentado su fantasía
con la flor guardada en la mano,
sin saber que sería en vanoy cambiaría en dolor, su alegría.
viernes, 21 de mayo de 2010
MUDANZA
Autor: Alfredo R. MORS - CONCEPCIÓN - TUCUMÁN
Mudanza a los cielos,
de azules profundos
con trinos mañaneros
que alegran el despertar.
Tus noches de claridad
con luna en el cerro
que brilla en fulgores
del cristal de sus nieves.
Mil estrellas arriba,
otras mil parecen replicar.
Mudanza de aromas
que acompañan el caminar
por tus calles de soles,
perfumadas de azahar,
voy andando la vida
que vuelvo a vivir.
Noche de vida me trajo
mudanza de otoño y ocaso,
tan sólo resplandor queda
de aquel fuego interior.
Mudanza a tu seno
dulce como la miel,
de tus cañas que crecen
de tus árboles que florecen:
lapachos rosados,
añiles jacarandas.
Tucumán que me ganas
con tu gente y su ser,
que se adentra en mis venas
con un fuerte querer.
martes, 18 de mayo de 2010
TE VI
La plaza, la misma plaza
que antes caminé,
pero hoy no.
Hoy fue distinto
y te cuento el porqué.
De lejos nomás te ví,
venías con ese tu caminar
casi despreocupado,
desplazando el aire,
moviendo la suave brisa,
sin pausas, pero sin prisa,
con la frescura de tu tiempo
juvenil de la esperanza.
Irradiando el sol en tu mirada,
recogiendo el aroma
que despedían los azahares.
Saludada por las palmeras
que mecían sus hojas
como queriendo acariciarte.
¡Cómo no mirarte!
Si todo en ti es hermosura.
viernes, 30 de abril de 2010
TIEMPO DE ENCUENTRO
Autor: Alfredo R. MORS - Concepción - Tucumán
Dos paraguas bajo una persistente llovizna que se fundían en uno sólo, dando lugar al encuentro de aquellas gotas que juntas iniciaron un nuevo viaje. Amalia y Rodolfo se habían reencontrado luego de aquella llamada, primero indecisa de Rodolfo y luego la siguiente, casi sin que hubiera pasado el tiempo.
El tiempo comenzó a correr una nueva instancia en el caer de la arena que lo va marcando, pero para ellos, Amalia y Rodolfo, pareció asimismo que ese tiempo confluía recordando los momentos vividos, con este presente continuo y a la vez eternizado instante del encuentro.
Todo volvía y a la vez todo era nuevo, con una nueva magia que los iba envolviendo en una atmósfera que les era sólo propia.
Nada de su entorno les interrumpía y a la vez todo parecía que se conjugaba en esa melodía anterior y nueva que comenzaban a ejecutar.
La llovizna era su cómplice y ni uno ni la otra parecían darse cuenta de su presencia, salvo por aquel reflejo que los evidenciaba en el solado, espejado por el agua, de la vereda por la que encaminaron sus pasos.
La melodía nueva sonaba con nuevo ritmo en sus corazones, en su mente e iba conjugando sus almas en un nuevo pensarse juntos.
Un pequeño café, contiguo a la vereda por la que circularon, cobijó ese diálogo en el que ambos parecían querer en un instante, decir todo aquello que el tiempo y la distancia, que en un momento los separó, les impidió decir.
Muchas veces se sorprendieron mutuamente y la sonrisa y por que no la risa, los hizo reflejar en sus rostros, esa alegría que ambos sentían. Se sorprendió uno al otro queriendo decir a un mismo tiempo las mismas cosas.
Recordar y evocar, ilusionarse y proyectar. Todo ello como si los dolores de la separación que los desunió ya no fueran tales y sólo quedara por revivir todo lo bueno, lo querido, lo intensa y placenteramente compartido.
Varios café servidos. Alguno que desecharon porque en su afán de contar y decirse tantas cosas, éstos fueron perdiendo su calor mientras en sus corazones renacía el fuego y calor que los juntaba y hacía desear su mutua compañía.
Miradas, manos tomadas en suave caricia, mil gestos que iban creciendo en intensidad y que anticipaban la calidez de una entrega total que se anticipaba.
Un entendimiento tácito aparente y explicitado en gestos de asentimiento. Rodolfo que paga, casi mecánicamente, la cuenta y nuevamente juntos bajo la persistente llovizna que continúa, se dirigen casi sin mediar palabra hacia el departamento de ella.
Una lámpara que se enciende, velada por una pantalla ambarina. Un beso que se hace interminable. Se buscan con las manos en suaves caricias. El cabello de ella entre los dedos de Rodolfo. Sin mediar palabra van cayendo al suelo las prendas de ambos y así, ya desnudos, se dirigen al dormitorio en el que penetra sólo vagamente la luz de la única lámpara que habían encendido.
Sobre la cama se funden en un encuentro total. Se brindan con placer creciente hasta llegar al clímax. Una y otra vez se perpetúa el encuentro, mientras la lluvia, ahora más intensa, parece acompasar su ritmo al ritmo de Amalia y Rodolfo, con un suave golpeteo en los cristales de la ventana. El agua se desliza con suavidad sobre su transparente superficie, como se transparentan de ambos, Amalia y Rodolfo, todos sus sentimientos y expresiones de los mismos.
El tiempo ya no es tiempo. Es eternidad, o así al menos lo perciben ambos. En ese encuentro se prometen comenzar o continuar, según como se vea, su encuentro, reencuentro que volvió a unirlos.
Amaina la lluvia y comienzan a disiparse, en un continuo sin tiempo, todas las nubes, aún aquellas que nublaron su pasado, dejando que la luna, con su brillantez de atmósfera recién lavada, penetre sus rayos a través de la ventana, resaltando las formas juntas de sus cuerpos entrelazados en el lecho de sus amores.
martes, 20 de abril de 2010
TUCUMANA
Autor: Alfredo R. MORS - CONCEPCION - TUCUMÁN
jazmines aromando el patio.
Con perfumes profundos
como tus ojos oscuros,
me vas ganando el alma,
te adentras en mis venas
y haces latir mi corazón.
El dulce batido en la paila
de cobre, como tu piel,
mezcla sabores, colores y olores.
Así, combinando deseos, clamores,
pasiones, aciertos y desazones,
se entrelazan los sueños,
renacen las ilusiones
viernes, 16 de abril de 2010
A JUAN RAMÓN JIMENEZ
Autor: Antonio MACHADO
He decidido incluir este poema símplemente porque, siendo de Antonio MACHADO, huelgan las palabras y nada se puede agregar a su expresión. Sólo queda disfrutarlo.
He decidido incluir este poema símplemente porque, siendo de Antonio MACHADO, huelgan las palabras y nada se puede agregar a su expresión. Sólo queda disfrutarlo.
Era una noche del mes
de mayo, azul y serena.
Sobre el agudo ciprés
brillaba la luna llena,
iluminando la fuente
en donde el agua surtía
sollozando intermitente.
Sólo la fuente se oía.
Después, se escuchó el acento
de un oculto ruiseñor.
Quebró una racha de viento
la curva del surtidor.
Y una dulce melodía
vagó por todo el jardín:
entre los mirtos tañía
un músico su violín.
Era un acorde lamento
de juventud y de amor
para la luna y el viento,
el agua y el ruiseñor.
«El jardín tiene una fuente
y la fuente una quimera...»
Cantaba una voz doliente,
alma de la primavera.
Calló la voz y el violín
apagó su melodía.
Quedó la melancolía
vagando por el jardín.
Sólo la fuente se oía.
sábado, 27 de marzo de 2010
ESPERO...
Autor: Alfredo R. MORS - CONCEPCIÓN - TUCUMÁN - 2010
Todavía espero,
tu carta empezada
con letras no enviadas
y perfume en papel de seda.
Todavía espero,
la llamada perdida
del número recordado
y guardado cual prenda amada.
Todavía espero,
la mañana compartida
en lecho de los amores
y tus caricias de enamorada.
Todavía espero,
el arrebol del ocaso
que tiñe de coral y rosa
tu boca y mejilla sonrosada.
Todavía espero,
con ilusión renovada
que vengas en intimidad
con tu pasión desbordada.
Todavía espero,
tu carta empezada
con letras no enviadas
y perfume en papel de seda.
Todavía espero,
la llamada perdida
del número recordado
y guardado cual prenda amada.
Todavía espero,
la mañana compartida
en lecho de los amores
y tus caricias de enamorada.
Todavía espero,
el arrebol del ocaso
que tiñe de coral y rosa
tu boca y mejilla sonrosada.
Todavía espero,
con ilusión renovada
que vengas en intimidad
con tu pasión desbordada.
domingo, 21 de marzo de 2010
TOMA MI MANO
Autor: Alfredo R. MORS - CONCEPCIÓN - TUCUMÁN - Año: 2010
Toma mi mano,
así simplemente tómala,
como aquel día en que
recomenzaron los días,
terminó la noche,
comenzó a alborear
un nuevo amanecer.
Toma mi mano,
nada más eso te pido;
todo el fuego, la pasión,
la inquietud, la desazón,
terminan con ese gesto.
Toma mi mano,
anímate con paso seguro
a caminar los mismos
caminos que hoy nos serán
senderos nuevos,
horizontes que se expanden en
ilusiones y esperanzas.
Toma mi mano,
acunaré las tuyas entre las mías
y así volveré, volveremos…
con las fuerzas que me quedan,
con el ansia que regresa,
a sentir la tibieza y pensar,
tan sólo en amarte.
domingo, 14 de marzo de 2010
COLOR DE CARETA
Autor: Alfredo R. MORS - CONCEPCIÓN - TUCUMÁN - Año 2010
Aerosol en mano enamorada
en el muro dejó grabada,
la eterna leyenda que perdura
mas allá del tiempo,
más allá de la propia vida,
que en torbellino arrasador
fue demoliendo los sueños,
cambiándolos por realidades
no siempre queridas.
El rostro como el muro refleja
en surcos de tiempo y pesar
huellas y grietas de impiadosos
golpes, desazones, angustias y temores.
Hoy quisiera pintar sobre el muro
tapando con color de careta
y ponerme por rostro al menos
su color de sonrisa congelada,
que vele el rostro a las miradas
y esconda el espanto de la ausencia.
martes, 9 de marzo de 2010
TU MONEDA
Autor: Alfredo Mors - (Escrito en Córdoba Año 2009)
Sonó tu moneda en mi tarro,
hoy no me pegarán.
Echaste moneda en mi tarro
hoy no sufriré.Tu moneda en mi tarro,
trajo la fiesta hoy.jueves, 25 de febrero de 2010
BRILLO DE LUNA
Autor: Alfredo Rafael MORS - Concepción - Pcia. de Tucumán
"Una mirada no dice nada y al mismo tiempo lo dice todo..." Carlos Varela
Luz pálida de luna
iluminaba la escena.
Tu rostro, de tenue blancura
reflejaba aquella palidez.
Tus ojos de oscuro color
replicaban aquel esplendor.
Tu mirada clavada en la mía,
tu rostro clamando respuesta,
respuesta que no encuentro,
respuesta que baja mi mirada,
respuesta que callo porque quema
como fuego de mil soles.
Pero hoy no hay sol.
El brillo sólo es reflejo de luna.
Un nuevo brillo,
un reflejo que brilla cual perla.
Tu interrogante ya encuentra
respuesta que no te dí,
respuesta que callé.
Interrogante y respuesta se funden
en ese brillo singular
que se desliza sin prisa,
que corre sin pausa
nublando tus ojos,
surcando tus mejillas,
con brillo de luna
marcando tus lágrimas.
La imágen que acompaña este texto, ha sido tomada de páginas de imágenes publicadas en Internet. Ignoro quien es su autor, a quien respeto y agradezco haberla puesto disponible.
jueves, 18 de febrero de 2010
TITICO EL PERIQUITO
Autor: Miguel VALLE - Córdoba
Estimado lector: En este aparente cuento nada es lo que parece. Su Autor ha apelado a la sustitución de personas reales, por animalitos... y los objetos, por otros de su imaginación. Si lo haces, la situación es aplicable a relaciones humanas. Fino humor!! que lo disfrutes. Alfredo Mors.
Titico era nuestro periquito, de verde plumaje y de inculto lenguaje. Llegó un día a casa, quien sabe desde donde, con alas muy cansadas y el hambre de dos hombres.
Papá, que es carpintero, le fabricó un lorero, con todo lo preciso, para el genial Titico. Y allí pasó los días, en nuestra compañía, repitiendo casi a diario, algún nuevo comentario.
Mamá, que es enfermera, le brindó muchos cuidados, en otoño, en primavera, en el invierno y el verano. Y así pasó los días, nuestro amigo el gran Titico, y a todos nos parecía, el más lindo periquito.
Al parecer no compartían, de este buen concepto, mi gatita Sofía y nuestro perro Prudencio. Estaban muy celosos, ya que la algarabía, era el nuevo avecilla, que hasta cantaba de gozo.
Cuando papá volvía del trabajo, Titico batía diez aletazos, movía su cabeza de lado a lado, y daba vueltitas para festejarlo. Luego parlaba como para asombrarlo, diciendo que el clima estaba algo templado, que el euro y el dólar estaban bajando y que Navratilova era buena en el piano.
Cuando mamá estaba en la cocina, Titico gritaba: _¡ sin ajo y sal fina!, ¡la papa está dura!, ¡la carne está oscura!, ¡el postre está verde!, ¡¿qué quieres hacerme?!. Mamá lo calmaba con algo de agua y caricias al pico del buen periquito. Sofía miraba, Prudencio ladraba, y yo hacía barquitos y algún avioncito...
Un día de verano, papá llegó mojado, porque caía una tormenta con rayos y centellas. Ese día no se oía: los alegres aletazos, ni palabras del mal clima, o del dólar, o el trabajo. Papá se fue a su cuarto a ponerse ropa seca, y no hizo gesto ni pregunta de la emplumada ausencia.
Mamá volvió de compras y se puso a hacer la cena, y me dio un par de bolsas de la comida MASCOTAS CREZCAN. La serví en los dos platos, el de Sofía y el de Prudencio, y el perro a poco rato no dejó rastro del alimento. Sofía no probó nada, estaba echada y algo redonda... se veía muy relajada, como preñada sobre su alfombra, levantó su blanca cabeza, me miró y me guiñó un ojo... y dio un maullido breve y le pude ver los bigotes verdes.
Titico era nuestro periquito, de verde plumaje y de inculto lenguaje. Llegó un día a casa, quien sabe desde donde, con alas muy cansadas y el hambre de dos hombres.
Papá, que es carpintero, le fabricó un lorero, con todo lo preciso, para el genial Titico. Y allí pasó los días, en nuestra compañía, repitiendo casi a diario, algún nuevo comentario.
Mamá, que es enfermera, le brindó muchos cuidados, en otoño, en primavera, en el invierno y el verano. Y así pasó los días, nuestro amigo el gran Titico, y a todos nos parecía, el más lindo periquito.
Al parecer no compartían, de este buen concepto, mi gatita Sofía y nuestro perro Prudencio. Estaban muy celosos, ya que la algarabía, era el nuevo avecilla, que hasta cantaba de gozo.
Cuando papá volvía del trabajo, Titico batía diez aletazos, movía su cabeza de lado a lado, y daba vueltitas para festejarlo. Luego parlaba como para asombrarlo, diciendo que el clima estaba algo templado, que el euro y el dólar estaban bajando y que Navratilova era buena en el piano.
Cuando mamá estaba en la cocina, Titico gritaba: _¡ sin ajo y sal fina!, ¡la papa está dura!, ¡la carne está oscura!, ¡el postre está verde!, ¡¿qué quieres hacerme?!. Mamá lo calmaba con algo de agua y caricias al pico del buen periquito. Sofía miraba, Prudencio ladraba, y yo hacía barquitos y algún avioncito...
Un día de verano, papá llegó mojado, porque caía una tormenta con rayos y centellas. Ese día no se oía: los alegres aletazos, ni palabras del mal clima, o del dólar, o el trabajo. Papá se fue a su cuarto a ponerse ropa seca, y no hizo gesto ni pregunta de la emplumada ausencia.
Mamá volvió de compras y se puso a hacer la cena, y me dio un par de bolsas de la comida MASCOTAS CREZCAN. La serví en los dos platos, el de Sofía y el de Prudencio, y el perro a poco rato no dejó rastro del alimento. Sofía no probó nada, estaba echada y algo redonda... se veía muy relajada, como preñada sobre su alfombra, levantó su blanca cabeza, me miró y me guiñó un ojo... y dio un maullido breve y le pude ver los bigotes verdes.
sábado, 13 de febrero de 2010
Mi Niño
Autor: Alfredo Mors - (escrito en Córdoba-Año 2008)
Lector o lectora amiga, he querido incluir esta poesía que te parecerá quizás muy personal. La misma surgió del recuerdo imborrable, permanente, de mi hijito menor: Francisco Javier Mors.
Lector o lectora amiga, he querido incluir esta poesía que te parecerá quizás muy personal. La misma surgió del recuerdo imborrable, permanente, de mi hijito menor: Francisco Javier Mors.
Mi niño se ha dormido
en el cuenco de tu mano,
¿Que poder sobrehumano
te llevó, hijo querido?
Mi niño se ha dormido
y he quedado desolado,
cuanto sueño desvelado
en vacío lecho de nido.
Mi niño te has dormido
en suave cuna de nubes
será que así tú subes
al amor del más querido.
Mi niño te has dormido
eres Francisco Javier,
yo te busqué por doquier
y estabas en un sonido.
Ya mi tiempo he consumido
volverás en tenue brisa,
¿Por qué con tanta prisa
mi niño te has dormido?
Agradezco especialmente a la Diseñadora Gráfica Carolina MOINE, de Córdoba, esta imágen, en la que ella interpreta que son las manos de Ntra. Señora, quienes llevan este hijito al Cielo.
viernes, 12 de febrero de 2010
LLAMADAS EN LA LLUVIA
Autor: Alfredo R. MORS - Concepción-Tucumán
(Este cuento fue escrito en 2008, en el marco del Taller Literario de "Hospedería Padre Alberto Hurtado" de Córdoba, dirigido por las Lic. Mariana Valle, Laura Herrero González y Srta. Eugenia Tale, a quienes nuevamente agradezco su aliento para continuar en esta labor)
Caía una fina llovizna en esa tarde gris de otoño. Amalia se encontraba sola, como tantas veces en el último tiempo, en su departamento en el que había vivido casi desde que tenía memoria.
Estaba en ese cuarto que le servía de lugar para encontrar el reposo en las lecturas, en las que buscaba y a veces encontraba, alguna punta al ovillo en que se había convertido su vida y que muchas veces la sumía en una profunda melancolía.
Sentía que, con sus 40 años, se encontraba en un particular momento de su vida, luego de haber concluido la relación que mantuvo con Esteban, casi desde que eran adolescentes, cuando lo había aceptado a él en ese que fue su despertar al amor.
Dejó junto al sillón el libro que estaba leyendo y comenzó a mirar hacia la ventana, cuyas cortinas se encontraban descorridas, dejando ver los cristales en los que se iban deslizando suavemente, pequeñas gotas de agua de la persistente llovizna.
La llovizna, la lluvia y ella con sus recuerdos, especialmente de aquella despedida que la separó de Rodolfo, Melancolía asociada desde aquel momento, a la particular atmósfera generada por la llovizna.
Suena el teléfono. No esperaba ningún llamado en particular, ya que había restringido sensiblemente sus relaciones, como si buscara en la tranquilidad de los rincones conocidos de su hogar, una cierta sensación de paz.
Estaba en ese cuarto que le servía de lugar para encontrar el reposo en las lecturas, en las que buscaba y a veces encontraba, alguna punta al ovillo en que se había convertido su vida y que muchas veces la sumía en una profunda melancolía.
Sentía que, con sus 40 años, se encontraba en un particular momento de su vida, luego de haber concluido la relación que mantuvo con Esteban, casi desde que eran adolescentes, cuando lo había aceptado a él en ese que fue su despertar al amor.
Dejó junto al sillón el libro que estaba leyendo y comenzó a mirar hacia la ventana, cuyas cortinas se encontraban descorridas, dejando ver los cristales en los que se iban deslizando suavemente, pequeñas gotas de agua de la persistente llovizna.
La llovizna, la lluvia y ella con sus recuerdos, especialmente de aquella despedida que la separó de Rodolfo, Melancolía asociada desde aquel momento, a la particular atmósfera generada por la llovizna.
Suena el teléfono. No esperaba ningún llamado en particular, ya que había restringido sensiblemente sus relaciones, como si buscara en la tranquilidad de los rincones conocidos de su hogar, una cierta sensación de paz.
Atendió el llamado. _Hola, ¿quién habla?
Del otro lado solo se escucha algo como una respiración y un raro silencio.
Vuelve a preguntar: _ ¿Quien habla?
De nuevo silencio y un cortarse de la comunicación.
No entendía que podía ser ese extraño llamado. Pensó quizá en una broma de mal gusto o en alguien que esperaba una respuesta distinta. No podía imaginar quien, de los que tenían su número telefónico, podía estar actuando así.
Volvió junto a la ventana. Continuaba cayendo una fina llovizna. Miró hacia la calle, dos pisos más abajo. Muy pocas personas se divisaban a esa hora desapacible.
Una silueta con impermeable y paraguas, dejaba la cabina de teléfono público ubicada en la vereda de enfrente, casi llegando a la esquina.
Algo en su modo de caminar o en su porte le resultó vagamente familiar o al menos conocido, pero no podía ser. Sabía que él se había radicado en la Capital hacía de esto mucho tiempo, cuando comenzó a trabajar como ingeniero de planta en aquella industria y luego supo que se había casado.
Del otro lado solo se escucha algo como una respiración y un raro silencio.
Vuelve a preguntar: _ ¿Quien habla?
De nuevo silencio y un cortarse de la comunicación.
No entendía que podía ser ese extraño llamado. Pensó quizá en una broma de mal gusto o en alguien que esperaba una respuesta distinta. No podía imaginar quien, de los que tenían su número telefónico, podía estar actuando así.
Volvió junto a la ventana. Continuaba cayendo una fina llovizna. Miró hacia la calle, dos pisos más abajo. Muy pocas personas se divisaban a esa hora desapacible.
Una silueta con impermeable y paraguas, dejaba la cabina de teléfono público ubicada en la vereda de enfrente, casi llegando a la esquina.
Algo en su modo de caminar o en su porte le resultó vagamente familiar o al menos conocido, pero no podía ser. Sabía que él se había radicado en la Capital hacía de esto mucho tiempo, cuando comenzó a trabajar como ingeniero de planta en aquella industria y luego supo que se había casado.
En eso le pareció que la figura en cuestión, se daba vuelta y elevaba su mirada hacia su ventana. Fue un leve gesto velado a la distancia por la bruma de la llovizna.
¿Sería posible? ¿Después de tanto tiempo? Volvió a pensar en el llamado. ¿Sería él? Y entonces... ¿por qué no se dio a conocer?
Los recuerdos volvían en torbellino sin ser llamados. Aquella placita del barrio con juegos infantiles, el tobogán, los sube y baja pero por sobre todo, las hamacas. Aquellas en que había experimentado, junto a Rodolfo, la sensación de volar.
¿Por qué justo hoy cuando acababa de cumplir los años hacía menos de una semana?
Fijó la vista en los cristales de su ventana. Las pequeñas gotas se deslizaban formando dibujos desiguales, juntándose y alejándose alternativamente, fdejando finos trazos.
Así, como finos trazos de lluvia de lluvia en un cristal, se mostraban sus recuerdos. Dos gotas de agua que un día se juntaron e intentaron un viaje o vuelo de hamacas, hasta que, casi en un instante, comenzaron caminos divergentes.
¿Sería efectivamente él? ¿Por qué no se dio a conocer en el llamado? ¿Qué ocultaría?
Rodolfo había vacilado. En el momento de escuchar nuevamente a Amalia después de tanto tiempo, había vacilado. No había encontrado palabras para darse a conocer y así restablecer una comunicación interrumpida, hacía mucho tiempo.
Al menos, eso sí, la había escuchado. Era su misma voz que aún resonaba en sus oídos, como un eco manifiesto de sus propios recuerdos.
Había caminado varias cuadras desde aquella cabina telefónica próxima al edificio donde, hoy había podido confirmarlo, ella continuaba viviendo.
Decidió regresar. La lluvia continuaba mojando las calles, veredas y árboles. Caminó cavilando y pensando como sería restablecer una comunicación cortada hace tiempo.
Una gota de agua se deslizó por el borde de su paraguas. Había sido muchas las que así habían caído en esa particular tarde. ¿Por qué fijarse hoy en esta?
Hace tiempo, otras gotas, otra lluvia. Un despedirse con un suave beso y tantos besos que quedaron guardados y no compartidos, bajo aquella lluvia que los vio alejarse como gotas de agua que se deslizaran separándose en trazos diferentes, sobre los cristales de una ventana.
Llegó a la cabina telefónica. Marcó el número que, ahora sabía, continuaba siendo el de ella. Esperó lo que le pareció una eternidad. Uno, dos, tres, cuatro veces sonó el teléfono antes de escucharse:
_ Hola ¿Quién habla?
_ ¿Amalia? Soy Rodolfo.
_ ¿Donde estás? ¿De donde estás llamando? Hace tanto tiempo que no sabía de Vos...
_ Estoy aquí, casi frente a tu casa. ¿Podré verte?
_ Puede ser. No podía creer que fueras Vos. Ya bajo.
_ Te espero.
Amalia buscó su impermeable, de un suave mostaza y su paraguas al tono y bajó. Él se encontraba parado mirando como ella iba a su encuentro, bajo su paraguas negro.
Continuaba cayendo la fina lluvia.
Ambos caminaron lentamente, como contemplándose primero desde lejos. Las gotas de agua caían lentamente de sus paraguas. Se pararon muy cerca. Se miraron. ¡Hacía tanto tiempo! Se encontraron. Dos paraguas empezaron a moverse muy juntos, alejándose, mientras de ambos caían pequeñas gotas de agua que iniciaban, ahora sí, un nuevo viaje.
¿Sería posible? ¿Después de tanto tiempo? Volvió a pensar en el llamado. ¿Sería él? Y entonces... ¿por qué no se dio a conocer?
Los recuerdos volvían en torbellino sin ser llamados. Aquella placita del barrio con juegos infantiles, el tobogán, los sube y baja pero por sobre todo, las hamacas. Aquellas en que había experimentado, junto a Rodolfo, la sensación de volar.
¿Por qué justo hoy cuando acababa de cumplir los años hacía menos de una semana?
Fijó la vista en los cristales de su ventana. Las pequeñas gotas se deslizaban formando dibujos desiguales, juntándose y alejándose alternativamente, fdejando finos trazos.
Así, como finos trazos de lluvia de lluvia en un cristal, se mostraban sus recuerdos. Dos gotas de agua que un día se juntaron e intentaron un viaje o vuelo de hamacas, hasta que, casi en un instante, comenzaron caminos divergentes.
¿Sería efectivamente él? ¿Por qué no se dio a conocer en el llamado? ¿Qué ocultaría?
Rodolfo había vacilado. En el momento de escuchar nuevamente a Amalia después de tanto tiempo, había vacilado. No había encontrado palabras para darse a conocer y así restablecer una comunicación interrumpida, hacía mucho tiempo.
Al menos, eso sí, la había escuchado. Era su misma voz que aún resonaba en sus oídos, como un eco manifiesto de sus propios recuerdos.
Había caminado varias cuadras desde aquella cabina telefónica próxima al edificio donde, hoy había podido confirmarlo, ella continuaba viviendo.
Decidió regresar. La lluvia continuaba mojando las calles, veredas y árboles. Caminó cavilando y pensando como sería restablecer una comunicación cortada hace tiempo.
Una gota de agua se deslizó por el borde de su paraguas. Había sido muchas las que así habían caído en esa particular tarde. ¿Por qué fijarse hoy en esta?
Hace tiempo, otras gotas, otra lluvia. Un despedirse con un suave beso y tantos besos que quedaron guardados y no compartidos, bajo aquella lluvia que los vio alejarse como gotas de agua que se deslizaran separándose en trazos diferentes, sobre los cristales de una ventana.
Llegó a la cabina telefónica. Marcó el número que, ahora sabía, continuaba siendo el de ella. Esperó lo que le pareció una eternidad. Uno, dos, tres, cuatro veces sonó el teléfono antes de escucharse:
_ Hola ¿Quién habla?
_ ¿Amalia? Soy Rodolfo.
_ ¿Donde estás? ¿De donde estás llamando? Hace tanto tiempo que no sabía de Vos...
_ Estoy aquí, casi frente a tu casa. ¿Podré verte?
_ Puede ser. No podía creer que fueras Vos. Ya bajo.
_ Te espero.
Amalia buscó su impermeable, de un suave mostaza y su paraguas al tono y bajó. Él se encontraba parado mirando como ella iba a su encuentro, bajo su paraguas negro.
Continuaba cayendo la fina lluvia.
Ambos caminaron lentamente, como contemplándose primero desde lejos. Las gotas de agua caían lentamente de sus paraguas. Se pararon muy cerca. Se miraron. ¡Hacía tanto tiempo! Se encontraron. Dos paraguas empezaron a moverse muy juntos, alejándose, mientras de ambos caían pequeñas gotas de agua que iniciaban, ahora sí, un nuevo viaje.
Agradezco especialmente a la Diseñadora Gráfica: Carolina MOINE, CÓRDOBA, por esta imágen que es su interpretación del cuento
jueves, 11 de febrero de 2010
COMPLICIDAD DE ÁRBOL
Autor: Alfredo R. MORS - CONCEPCIÓN - TUCUMÁN
Volví a caminar aquellas calles de la infancia. Muchas habían cambiado para no volver ya más a aquella sensación de pequeña aldea de barrio que se iba transformando en la gran ciudad que hoy vemos, vivimos y a veces nos cobija o abruma.
Esas mismas calles, antaño adoquinadas o con tramos de simple tierra apisonada o enarenadas, que me vieron pasar camino a la escuela o a jugar en tantos baldíos, que eran casa, escuela de vida y potrero.
Cerca de uno de esos baldíos, quizás de los más grandes, transformado en paseo público abierto a una de esas calles que tantos recuerdos traen, crecía un árbol añoso. Quizás será por curioso que pensé si estaría. También si sería, hoy como ayer, confidente, protector y cómplice de algún chiquillo enamorado.
Digo esto porque el árbol fue a la vez, casa en las alturas insondables de sus ramas, para aquella escala de niño que lo veía como trampolín de sueños, para elevarse y así alzarse a la altura de las nubes y otras veces cobijo de sombras densas donde reposar de los calores, después de ganar en el potrero.
Con el tiempo fue cómplice y confidente de aquellos encuentros furtivos con ella, en ese despertar temprano de tiernos amaneceres al amor y allí a su calor y su protectora sombra nos vio tantas veces, soñar con ser y crecer.
Fue ese mismo árbol quien prestó, a mis manos su tierna corteza, admitiendo compartir y quizás recibir en su corazón generoso, aquel otro corazón con sus iniciales entrelazadas con las mías, como si con esto quisiera compartir nuestro secreto.
El cortaplumas de mi viejo, hurtado en un descuido, fue el instrumento para plasmar el intento de eternizar lo deseado y así dejar plasmado en tierno símbolo, la plenitud de un sentimiento.
Viejo árbol de mi infancia. Hoy te busqué por el parque en que transformaron mi baldío a ver si así encontraba aquél símbolo primero.
Estabas allí, casi igual. Ahora custodiado por otros de noble estirpe y con nombres latinizados. Vos te destacabas por tu rusticidad, que alguien con mucha bondad, consideró tu mejor virtud, sin conocer quizás toda la vida que atesorabas.
Recuerdo de infancia. Al verte volvían aquellas imágenes que resultan imborrables. Aquella cicatriz que dejó en tus brazos muñón, cuando sin razón, nos trepamos a tus tiernas ramas, un puñado de mocosos, que recibiste generoso en tu cuerpo leñoso, salvo que nuestro peso, quebró aquella rama.
Me aproximé a mirarte, ahora con detenimiento. También Vos estabas, un tanto arrugado. Tu piel de corteza evidenciaba como remedo, el mismo paso del tiempo que en mí había incidido.
Cerré los ojos y te palpé, como buscando el consuelo de encontrar aún guardado, aquel secreto de infancia. De pronto sentí, como flechazo profundo, que la punta de mis dedos había releído, ahora casi desleído, aquel símbolo preciado.
Allí estaba el corazón, en mi adolescencia trazado, con incisas señales en tu cuerpo y que conservaste guardado, durante todo este tiempo. Iniciales de nuestros nombres, entrelazadas con pudor, para ocultar el rubor con que grabé tu corteza. Hoy tengo certeza que cuidaste la promesa que en tu cuerpo grabé. Será que así guardaste, el testimonio perpetuo de aquel amor que evoqué.
Esas mismas calles, antaño adoquinadas o con tramos de simple tierra apisonada o enarenadas, que me vieron pasar camino a la escuela o a jugar en tantos baldíos, que eran casa, escuela de vida y potrero.
Cerca de uno de esos baldíos, quizás de los más grandes, transformado en paseo público abierto a una de esas calles que tantos recuerdos traen, crecía un árbol añoso. Quizás será por curioso que pensé si estaría. También si sería, hoy como ayer, confidente, protector y cómplice de algún chiquillo enamorado.
Digo esto porque el árbol fue a la vez, casa en las alturas insondables de sus ramas, para aquella escala de niño que lo veía como trampolín de sueños, para elevarse y así alzarse a la altura de las nubes y otras veces cobijo de sombras densas donde reposar de los calores, después de ganar en el potrero.
Con el tiempo fue cómplice y confidente de aquellos encuentros furtivos con ella, en ese despertar temprano de tiernos amaneceres al amor y allí a su calor y su protectora sombra nos vio tantas veces, soñar con ser y crecer.
Fue ese mismo árbol quien prestó, a mis manos su tierna corteza, admitiendo compartir y quizás recibir en su corazón generoso, aquel otro corazón con sus iniciales entrelazadas con las mías, como si con esto quisiera compartir nuestro secreto.
El cortaplumas de mi viejo, hurtado en un descuido, fue el instrumento para plasmar el intento de eternizar lo deseado y así dejar plasmado en tierno símbolo, la plenitud de un sentimiento.
Viejo árbol de mi infancia. Hoy te busqué por el parque en que transformaron mi baldío a ver si así encontraba aquél símbolo primero.
Estabas allí, casi igual. Ahora custodiado por otros de noble estirpe y con nombres latinizados. Vos te destacabas por tu rusticidad, que alguien con mucha bondad, consideró tu mejor virtud, sin conocer quizás toda la vida que atesorabas.
Recuerdo de infancia. Al verte volvían aquellas imágenes que resultan imborrables. Aquella cicatriz que dejó en tus brazos muñón, cuando sin razón, nos trepamos a tus tiernas ramas, un puñado de mocosos, que recibiste generoso en tu cuerpo leñoso, salvo que nuestro peso, quebró aquella rama.
Me aproximé a mirarte, ahora con detenimiento. También Vos estabas, un tanto arrugado. Tu piel de corteza evidenciaba como remedo, el mismo paso del tiempo que en mí había incidido.
Cerré los ojos y te palpé, como buscando el consuelo de encontrar aún guardado, aquel secreto de infancia. De pronto sentí, como flechazo profundo, que la punta de mis dedos había releído, ahora casi desleído, aquel símbolo preciado.
Allí estaba el corazón, en mi adolescencia trazado, con incisas señales en tu cuerpo y que conservaste guardado, durante todo este tiempo. Iniciales de nuestros nombres, entrelazadas con pudor, para ocultar el rubor con que grabé tu corteza. Hoy tengo certeza que cuidaste la promesa que en tu cuerpo grabé. Será que así guardaste, el testimonio perpetuo de aquel amor que evoqué.
Agradezco especialmente a la Diseñadora Gráfica: Carolina MOINE, CÓRDOBA, por esta imágen que es su interpretación del cuento.
miércoles, 10 de febrero de 2010
EXPUESTO
AUTOR: Marcelo Gastón VÉLIZ - CONCEPCIÓN - TUCUMÁN
Incluí este cuento de un amigo Tucumano. Espero les guste. Son quizás expresiones diferentes que merecen conocerse.
Todo parece pixelarse de rojo, no hay lugar donde este color pueda ausentarse. Miro fijamente la pared blanca y no dejan de mostrarse, cada vez que quiero esquivarlos, ellos vuelven a encontrar mis pupilas. Decidí cerrar los ojos y encontré su misma expresión, casi distraída, similar a la mía. No creo que sea el destello que busco. Abrí nuevamente los ojos y me invadieron sin pestañear. Cerré los ojos y mentí… ¡voy a abrirlos ya mismo! Efectivamente, fue tal la braveza con la que lo dije, que me convencí de que sí los tenía abiertos.
Salí de allí tambaleándome hacia unos escondrijos y sin contar las baldosas; era más importante que seguir siendo el distraído que juega a tener todo bajo control. Entonces alguien me dijo: ésa no es la manera de tener todo bajo control. Yo entendí: busca la manera correcta de controlar todo. Solía cumplir a la perfección los deseos de esas voces. Siempre con esa manera exclamativa de sugerirme puros antojos.
Me encontré en un lugar sereno donde pude esquivar los fantasmas que me atacan. En ese mismo lugar decidí quedarme hasta que ellos desistan de su accionar. Pasé mucho tiempo allí, alejado de la cotidianidad, rogando que no me encontraran. No tuve más alternativa, que resguardarme en ese aislado y desconocido, pero a la vez benigno lugar.
Ya en vísperas de una nueva primavera, solo dejo que el aroma de azahares invada el jardín que aún siendo invierno ya había anticipado su colorido con armoniosas mañanas, envueltas de colores radiantes. De pronto todo comienza a opacarse, los colores no son los mismos, el aroma pareció esfumarse. Esa es la señal de que una suerte de maleficio acecha mi presencia, contando detalle por detalle la carta de augurios que me deparan las próximas horas.
El encuentro se hace inconfundible. Esta moviéndose, parece flamear como una llama poderosa que me atrae a su lugar y mientras todo se tiñe de rojo sangre, voy deduciendo como esa cautiva fuerza que alguna vez cedió, consigue atemorizarme.
Impetuoso acomete su presencia. No será nada fácil poder defenderme. En su posesiva arremetida intenta derrumbarme incansablemente hasta saciar su sed de venganza, la ira que lleva en sí mismo. Sé que no debo caer. Su tentativa de dejarme vencer denota su estrategia. Ahora convencido de su manera de jugar, comprendí como escapar de sus garras. Brotan sus maldiciones, enfurecido con su mismo ser, sus estruendosas llamas comienzan a debilitarse como un alma sin fe.
Ya en su caída inminente, le doy la espalda sin escapar. En medio de la neblina persigo un haz de luz que me sitúa en un angosto pasaje por el que camino acompasado con la sombra erguida hacia la izquierda.
De ahora en mas sólo son recuerdos que se asoman a mi memoria, como si fueran manos que me toman del hombro y me hacen voltear la mirada hacia un tiempo atrás, en el que me encuentro tan expuesto a la sorpresa del azar, como quien escribe una historia sin saber cuál será su final.
Incluí este cuento de un amigo Tucumano. Espero les guste. Son quizás expresiones diferentes que merecen conocerse.
Todo parece pixelarse de rojo, no hay lugar donde este color pueda ausentarse. Miro fijamente la pared blanca y no dejan de mostrarse, cada vez que quiero esquivarlos, ellos vuelven a encontrar mis pupilas. Decidí cerrar los ojos y encontré su misma expresión, casi distraída, similar a la mía. No creo que sea el destello que busco. Abrí nuevamente los ojos y me invadieron sin pestañear. Cerré los ojos y mentí… ¡voy a abrirlos ya mismo! Efectivamente, fue tal la braveza con la que lo dije, que me convencí de que sí los tenía abiertos.
Salí de allí tambaleándome hacia unos escondrijos y sin contar las baldosas; era más importante que seguir siendo el distraído que juega a tener todo bajo control. Entonces alguien me dijo: ésa no es la manera de tener todo bajo control. Yo entendí: busca la manera correcta de controlar todo. Solía cumplir a la perfección los deseos de esas voces. Siempre con esa manera exclamativa de sugerirme puros antojos.
Me encontré en un lugar sereno donde pude esquivar los fantasmas que me atacan. En ese mismo lugar decidí quedarme hasta que ellos desistan de su accionar. Pasé mucho tiempo allí, alejado de la cotidianidad, rogando que no me encontraran. No tuve más alternativa, que resguardarme en ese aislado y desconocido, pero a la vez benigno lugar.
Ya en vísperas de una nueva primavera, solo dejo que el aroma de azahares invada el jardín que aún siendo invierno ya había anticipado su colorido con armoniosas mañanas, envueltas de colores radiantes. De pronto todo comienza a opacarse, los colores no son los mismos, el aroma pareció esfumarse. Esa es la señal de que una suerte de maleficio acecha mi presencia, contando detalle por detalle la carta de augurios que me deparan las próximas horas.
El encuentro se hace inconfundible. Esta moviéndose, parece flamear como una llama poderosa que me atrae a su lugar y mientras todo se tiñe de rojo sangre, voy deduciendo como esa cautiva fuerza que alguna vez cedió, consigue atemorizarme.
Impetuoso acomete su presencia. No será nada fácil poder defenderme. En su posesiva arremetida intenta derrumbarme incansablemente hasta saciar su sed de venganza, la ira que lleva en sí mismo. Sé que no debo caer. Su tentativa de dejarme vencer denota su estrategia. Ahora convencido de su manera de jugar, comprendí como escapar de sus garras. Brotan sus maldiciones, enfurecido con su mismo ser, sus estruendosas llamas comienzan a debilitarse como un alma sin fe.
Ya en su caída inminente, le doy la espalda sin escapar. En medio de la neblina persigo un haz de luz que me sitúa en un angosto pasaje por el que camino acompasado con la sombra erguida hacia la izquierda.
De ahora en mas sólo son recuerdos que se asoman a mi memoria, como si fueran manos que me toman del hombro y me hacen voltear la mirada hacia un tiempo atrás, en el que me encuentro tan expuesto a la sorpresa del azar, como quien escribe una historia sin saber cuál será su final.
martes, 9 de febrero de 2010
LA ENAMORADA DEL BALCÓN
Autor: Alfredo R. MORS - CONCEPCION - TUCUMÁN
Por que fue que fui aquel atardecer a donde fui y porqué ví lo que ví, tan luego yo que soy un escéptico en temas de misterios, no lo sé.
La cuestión es que no pude reprimir un algo que me decía interiormente que debía ir por ese camino, un tanto olvidado, de la villa serrana y tomar hacia una pequeña colina, pasando para ello por una senda casi perdida, entre los altos yuyos que crecía, a sus costados y lo descuidada y casi perdida huella, entrecortada por el escurrir incontrolado de las aguas de lluvia, que la habían ido carcomiendo.
A mitad de la senda, un viejo portón de hierro forjado con unas iniciales en la parte superior: E y A entrelazadas con artístico dibujo. El portón no tenía traba ni candado y sus bisagras chirriaron con metálico sonido ante la presión de mis manos.
Desde esa posición, se entreveía, casi al final de la senda, una construcción, a modo de pabellón de dos plantas, con techos cubiertos de tejas francesas.
Continué caminando, viendo y entreviendo el pabellón, entre las hierbas crecidas y los árboles que ahora bordeaban la senda, que se adivinaba había tenido otras dimensiones ya perdidas y que éstos árboles le daban el marco a ambos costados.
Al aproximarme al pabellón, una casona bastante espaciosa, vi que en medio del mismo, en la planta alta, se abría un balcón con balaustrada de pequeñas columnas redondeadas, semejando una sucesión de jarrones estilizados.
Al llegar a pocos metros de la casona, algo me hizo dirigir la mirada al balcón. Allí al instante vi aparecer. Sí, aparecer, porque les aseguro que antes no estaba, una mujer con un largo vestido blanco con falda amplia, como de fiesta, y que ahora se me antojaba que brillaba con fulgor propio.
Era una joven mujer, con sus brazos descubiertos y sus manos apoyadas en una semi tensión, sobre el borde superior de la balaustrada del balcón. Sus largos cabellos negros enmarcaban su rostro, que a la distancia, se adivinaba o percibía más allá de los sentidos, como dotado de una palidez fuera de lo común. Pero lo que más me llamó la atención era su mirada que denotaba, aún a esa distancia, una gran tristeza.
No me preguntes cómo sentí esta cualidad de su mirada. Su percepción diría que se impuso a mis sentidos como todo lo que a continuación experimenté.
En eso que estaba mirando hacia el balcón y la mujer, veo que la misma, en un gesto liviano, ligero, casi como si no le significara peso ni esfuerzo, se retrepó sobre el borde de la balaustrada, parándose un instante en la misma, para luego arrojarse al vacío, con las manos hacia adelante, como queriendo asir con ellas algo o alguien, más allá de sí misma.
Corrí desesperadamente hasta llegar al pie del balcón, donde presumí había caído la mujer. Nada había allí. Nada que no fuera un rosal, cubierto de rosas de un resplandeciente blanco, que me recordó al instante el tono del vestido de la mujer.
Corrí enloquecido desandando la senda por la que había entrado y en mi carrera, tropecé, sin haberlo visto antes, con un anciano de cabellos muy blancos, que venía en sentido contrario.
Como pude, le relaté todo lo que había visto. Me miró profundamente a los ojos y de los suyos, comenzaron a rodar por sus mejillas, lágrimas que no quiso disimular ni enjugar.
Me relató que allí, hacía de esto mucho tiempo, había vivido una joven: Eloísa, enamorada de André, quien había construido para ambos ese pabellón.
_Yo vuelvo cada 14 de abril, como le había prometido a ella_ me dijo el anciano, riego el blanco rosal y beso sus rosas.
Le pregunté quién era y me contestó:
_¿Cómo? ¿Aún no lo sabe? Mi nombre es André.
EL CERRO
Autor: Alfredo R. MORS - CONCEPCION - TUCUMÁN
Crucé el cerro entre nubes
y junto a misteriosas frondas,
ellas disfrazan con sombras,
fantasmales siluetas de árboles.
Alfombra de algodón se extiende
a los pies, cubriendo colinas,
por no develar el guardado secreto,
de quebradas y valles profundos.
Y arriba, en lo más alto,
un rayo de sol hiende la tarde,
reflejando en mil gotas de esa bruma,
los colores de un arco que se extiende.
Anticipo de sol, calor y color
reflejado en paleta alucinada,
que pinta del ocaso a la alborada
con pinceles que vuelan con fragor.
El camino serpentea en la trepada,
hasta el punto del estrecho mirador,
donde la vista se pierde en derredor
dejando el alma y la vida extasiada.
Crucé el cerro entre nubes
y junto a misteriosas frondas,
ellas disfrazan con sombras,
fantasmales siluetas de árboles.
Alfombra de algodón se extiende
a los pies, cubriendo colinas,
por no develar el guardado secreto,
de quebradas y valles profundos.
Y arriba, en lo más alto,
un rayo de sol hiende la tarde,
reflejando en mil gotas de esa bruma,
los colores de un arco que se extiende.
Anticipo de sol, calor y color
reflejado en paleta alucinada,
que pinta del ocaso a la alborada
con pinceles que vuelan con fragor.
El camino serpentea en la trepada,
hasta el punto del estrecho mirador,
donde la vista se pierde en derredor
dejando el alma y la vida extasiada.
lunes, 8 de febrero de 2010
TIEMPO Y ARENA
AUTOR: Alfredo MORS - Córdoba - ARGENTINA
Si tuviera tan sólo un instante
si de mi tiempo no quedara
ni un solo grano de arena
por caer y pasar
de una ampolla a la otra
de aquel viejo reloj.
Si estuviera por detenerse
el viento o la brisa
y ya sin tanta prisa
estuviera llegando mi fin,
una sola cosa quisiera
y es poder vivir la quimera
de reencontrarme con quienes quise
y ya nada quieren de mi,
pero fundamentalmente que Tú,
Sí, sólo Tú,
Amor de un tiempo presente
Amor de un tiempo que soñé futuro,
fueras quien tuviera el duro
encargo de cerrar mis ojos,
de plegar mis manos
sobre el corazón que un día
se agitó y vibró por Ti.
A nadie digas quien eres
ni porqué estás allí.
Tú sabes cuento te quise,
nuestro camino fue y es
sólo eso: nuestro y camino.
También sabes cuanto te quiero
lo que no se si comprendes,
es cuanto aún después, te querré.
El tiempo es sólo eso.
Lo medimos como edad,
o distancia entre las edades,
sin ver que las mocedades,
son estados que refleja el alma.
El tiempo, nuestro tiempo,
quiso frenar el intento,
de expresarnos como el viento
desatando un torbellino
que juntara los granos
de las arenas de nuestros tiempos
de un modo tal,
que sea imposible distinguir
la blancura de tus playas,
o el perfil de tus dunas,
de aquellos pedruscos que un día,
comenzaste a pulir con amor.
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