Se aquieta en la tarde
del viento su hora,
añora en quebradas su aurora,
se apaga en un sol que no arde.
Rumorea confidente el arroyo
acompañando del hombre su pena,
éste es viejo, cansado se apena.
Siente en su mano, débil apoyo.
Un número no le responde,
la comunicación no se establece,
la noche ya no le apetece
y el brillo de luna se esconde.
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