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jueves, 18 de febrero de 2010

TITICO EL PERIQUITO




Autor: Miguel VALLE - Córdoba
Estimado lector: En este aparente cuento nada es lo que parece. Su Autor ha apelado a la sustitución de personas reales, por animalitos... y los objetos, por otros de su imaginación. Si lo haces, la situación es aplicable a relaciones humanas. Fino humor!! que lo disfrutes. Alfredo Mors.

Titico era nuestro periquito, de verde plumaje y de inculto lenguaje. Llegó un día a casa, quien sabe desde donde, con alas muy cansadas y el hambre de dos hombres.
Papá, que es carpintero, le fabricó un lorero, con todo lo preciso, para el genial Titico. Y allí pasó los días, en nuestra compañía, repitiendo casi a diario, algún nuevo comentario.
Mamá, que es enfermera, le brindó muchos cuidados, en otoño, en primavera, en el invierno y el verano. Y así pasó los días, nuestro amigo el gran Titico, y a todos nos parecía, el más lindo periquito.
Al parecer no compartían, de este buen concepto, mi gatita Sofía y nuestro perro Prudencio. Estaban muy celosos, ya que la algarabía, era el nuevo avecilla, que hasta cantaba de gozo.
Cuando papá volvía del trabajo, Titico batía diez aletazos, movía su cabeza de lado a lado, y daba vueltitas para festejarlo. Luego parlaba como para asombrarlo, diciendo que el clima estaba algo templado, que el euro y el dólar estaban bajando y que Navratilova era buena en el piano.
Cuando mamá estaba en la cocina, Titico gritaba: _¡ sin ajo y sal fina!, ¡la papa está dura!, ¡la carne está oscura!, ¡el postre está verde!, ¡¿qué quieres hacerme?!. Mamá lo calmaba con algo de agua y caricias al pico del buen periquito. Sofía miraba, Prudencio ladraba, y yo hacía barquitos y algún avioncito...
Un día de verano, papá llegó mojado, porque caía una tormenta con rayos y centellas. Ese día no se oía: los alegres aletazos, ni palabras del mal clima, o del dólar, o el trabajo. Papá se fue a su cuarto a ponerse ropa seca, y no hizo gesto ni pregunta de la emplumada ausencia.
Mamá volvió de compras y se puso a hacer la cena, y me dio un par de bolsas de la comida MASCOTAS CREZCAN. La serví en los dos platos, el de Sofía y el de Prudencio, y el perro a poco rato no dejó rastro del alimento. Sofía no probó nada, estaba echada y algo redonda... se veía muy relajada, como preñada sobre su alfombra, levantó su blanca cabeza, me miró y me guiñó un ojo... y dio un maullido breve y le pude ver los bigotes verdes.

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