PARTICIPACIONES

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lunes, 4 de enero de 2010

TABACOS ENCENDIDOS (cuento)

AUTOR: Alfredo MORS - Córdoba - ARGENTINA
El trozo de madera había estado allí durante mucho tiempo, Retazo vaya a saber que partida que se usó para construir algún mueble de estilo, en el taller de carpintería. No era grande ni pequeño. Apenas un poco más que un taco o despunte de un puntal.

De pronto había adquirido importancia. Lo tomé entre mis manos y lo deposité sobre el banco de carpintería. No tenía previsto realizar con el mismo ningún trabajo, ni cumplir con ningún encargo particular.

Empecé a contemplarlo con detenimiento. Me llamó la atención lo intrincado de su veta irregular, con infinidad de pequeños nudos, el color rojizo de sus fibras. Empecé a imaginar que hacer con el mismo.

Busqué algunas herramientas: formones, gubias, alguna sierra de arco pequeña y las fui disponiendo para tenerlas a mano.

Tomé el trozo de madera y lo dispuse en la prensa de madera del banco de carpintero. Comencé a hacer algunos cortes y acompañando los mismos empecé a percibir, que junto con el aserrín que se generaba, se desprendía un aroma de resinas contenidas que inundaron, como suave bálsamo, la quietud del taller.

Continué quitando partes de esa, por ahora informe estructura de madera y la forma comenzó a imponerse por sí misma. Allí estaba aprisionada y pedía ser liberada. La labor estaba definida. El cuenco para poner el tabaco ya podía considerarse una adecuada cazoleta y también empezaba a definir el cilindro destinado a conectarse con una boquilla negra.

Comencé el delicado trabajo de pulir las superficies que habían quedado expuestas y con esta labor, se evidenció toda la belleza de la intrincada veta, con dibujos como pequeños puntos o nudos que semejaban flores. Pulí cada segmento de la pequeña pieza y cada tanto, la tomaba en mi mano, como si hubiera estado destinada desde siempre a estar allí.

Decidí aplicarle un lustre casi mate, con muy poco brillo, a fin de permitir que la madera expresara toda su belleza natural, al par que permitiera percibir su calidez.

Ajusté una boquilla que ya tenía y la contemplé: había completado la pequeña obra. Era uno de esos objetos pensados y logrados para darme un doble gusto: hacerlo y luego disfrutarlo.

Comencé a usarlo del modo que había aprendido en experiencias anteriores: coloqué una pequeña cantidad de tabaco de la mezcla que más apetecía y encendiendo un fósforo de madera, comencé a degustar el sabor del tabaco, mientras de la pipa, pues de ese objeto se trataba, iban elevándose unas volutas de humo blanquecino de formas indefinidas.

Estaba sentado en el mismo taller, en un sillón de madera que nunca nadie retiró y que había adoptado para mí, quizá por su rusticidad o la comodidad de sus formas y en el que podía sentarme, sin cuidado, con la misma ropa de trabajo, habitualmente cubierta de fino aserrín que se adhería a su tela.

El humo que se iba generando y quizá la mezcla elegida de tabacos, me fue induciendo una especie de sueño, en el que el calor de la madera entre mis dedos, acompañaba la calidez de algunos recuerdos que comenzaban a acudir.

La tranquilidad del momento, inducida por la pausa que me permitía, me llevó a contemplar a mi alrededor y fijar la vista, especialmente, en la pila de astillas y virutas de madera que se habían ido acumulando como resultado de horas de trabajo.

La forma de estos retazos aparentemente nada decía en sí misma, hasta que empecé a relacionar algunas de las formas, de modo que comencé a ver en aquellas volutas y curvas de las virutas de madera, algo que me hizo recordar aquellos rizos castaños, que adornaban la suavidad de sus rasgos. Entonces el humo se transformó en figura, la figura en rostro y el rostro en Ella. ¿Para que decir su nombre si lo llevo grabado en mi memoria de modo imborrable? Su misma sonrisa que dejaba entrever la perfección de sus dientes y esa chispa que iluminaba su mirada.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Por qué hoy volvía a mí con esta figura de juventud? Unas breves vacaciones en las sierras. Una cabaña rentada por días. Apenas una comida preparada para agasajarla. Aún percibo esos condimentos suavemente mezclados. Un vino elegido para la ocasión y degustado con placer. El fuego en el hogar. Otro aroma de maderas, esta vez consumiéndose. Sólo nosotros dos, sobre la alfombra a la que habíamos arrojado unos almohadones sueltos, para estar más cerca del fuego. Las llamas trazando mil distintos dibujos.

Su boca que se entreabre. Sus ojos tiernamente me miran anhelantes. Nuestras manos en suaves caricias. Las bocas se juntan en interminable beso. Nos buscamos de mil modos, recorriéndonos, sintiendo que a cada caricia va creciendo el deseo. Nos revelamos totalmente. Nuestros cuerpos se funden en un abrazo total. El goce. Todo estalla en un instante brevísimo y a la vez eterno de placer. Mil chispas de colores de ese fuego interior que nos quemaba, explotan a un mismo tiempo.

Sus rizos castaños desparramados sobre uno de los almohadones. Yacemos juntos, dueños del tiempo. El fuego se ha consumido, quedan sólo tizones rojos que brillan en la oscuridad.

Un pequeño brillo rojo en el fondo de una cazoleta de madera en mi mano. Un quemarse de tabacos, con su particular aroma, que se va extinguiendo. Quietud en el taller de carpintería. Quizá un nuevo fuego de tabacos encendidos vuelva a traerme su presencia...

2 comentarios:

  1. Falta "Mi negra" (Desilución :( ) y falta "Borbotones"

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  2. Eugenia: Espero vuelvas a visitar este Blog. A tu pedido incluí los dos escritos cuya falta te había desilusionado. Como digo en el título, estos son "Poesías y Cuentos para Vos" así que se trata de interactuar: pidiendo y por que no aportando. Si quieres, puedes enviarme alguna de tus bellas poesías para compartir en este Blog o autorizarme a que las incluya, para que otros más las conozcan. Gracias.

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