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miércoles, 6 de enero de 2010

MI NEGRA (cuento)

AUTOR: Alfredo MORS - Córdoba - ARGENTINA

Al principio no la había visto. Es más, ni siquiera sabía que pudiera existir algo así, al punto que incursioné, quizá tontamente, con otras que no terminaban de satisfacerme.
Era como si no hubiera con éstas, esa extraña compatibilidad que pocas veces se da. Algo siempre quedaba como desajustado, o muy grande o muy chico. No sé...
Hasta que la vi. De entrada fue como un sutil flechazo. Había estado un tanto apartada, como si no quisiera mezclarse con las otras, que venían de haber hecho shopping por largo tiempo.
Estas últimas, vestían con una suerte de prendas tramadas o caladas de una extraña fibra que las cubría, dejando solo a la vista, sus brazos y piernas, por cierto nada desagradables.
Les decía que la vi y allí comenzó un gran enamoramiento. La miré con detenimiento y cabalmente comprendí que sería una compañía casi perfecta. Su estructura sutil, con piernas finamente torneadas y sus pies, enfundados en unas pequeñas zapatillas, que las dejaban ver casi en su totalidad.
¡Y su color! Ébano purísimo. Al punto que se destacaba claramente de las otras que allí estaban
Al instante comprendí que debía procurar, por todos los medios, que fuera solo mía. Presentía que podría darse entre nosotros una especie de compatibilidad total, como si hubiéramos estado hechos el uno para la otra y viceversa.
Me aproximé y de entrada nomás, me aceptó sin palabras en su presencia. Nos aproximamos y allí nomás comenzó un romance, que ahora sé, se prolongaría por un tiempo solo signado por un idilio permanente.
Allí donde yo estaba, me acompañaba como una presencia eterna, donde parecía que una extraña simbiosis se había producido.
Demás está decir que la consideré única e irrepetible.
Degustábamos juntos los más exóticos platos de la cocina local, que parecía era de su preferencia, culminados habitualmente, los sábados, con ese postre especial... ustedes me entienden y luego de una larga noche, un desayuno con café, finos productos de panadería artesanal y jugos de las mejores frutas de estación.
Juntos pasamos largas horas a la luz de la luna en aquel patio, compartiendo el aroma de algún buen cigarro y prolongada charla.
Sus curvas eran perfectas y enseguida lo comprobamos. Fue un encuentro piel a piel, en algo que nos fundía en un encuentro total, donde cada centímetro de ella se me ofrecía generoso hasta unirnos de un modo cabal.
¡Mi negra! Te nombro y vuelven a mí, los más bellos recuerdos de tantos momentos compartidos...
Confieso que el entendimiento era tan profundo, que hasta sentía celos si alguien siquiera te miraba y mucho más si pretendía tener contigo algún acercamiento.
Todo se desarrolló armoniosamente, en un diálogo permanente, hasta aquel fatídico 15 de diciembre.
Como todos los días desde no se cuando, estábamos muy juntos. Nada hacía presentir que nuestra relación pudiera siquiera sufrir el más mínimo deterioro. Hasta que, no se si tu intuición te hizo presentir que yo, tontamente, había mirado a aquella colorada de torneadas piernas, enfundadas en largas botas plateadas.
¡Qué fatalidad! En un instante todo se quebró. Te me escurriste como profundamente dolida, quebrada. Ya no quisiste siquiera tener contacto conmigo.
Me dejaste demudado, vencido, tirado en el piso con toda mi humanidad afectada.
Allí comprendí que nunca más podría tenerte y compartir aquellos momentos que nos vieron juntos y que eran el comentario de tantos.
Para qué seguir. Solo me quedará de ella su bello recuerdo.
Una cosa me resta decirles para despejar toda duda de esta relación que me conmovió:
Mi negra era mi pobre silla plástica adquirida en el súper.
Agradezco especialmente a la Diseñadora Gráfica: Carolina MOINE, Córdoba, por esta imágen para ilustrar el cuento.

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