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lunes, 4 de enero de 2010

FLORES DE VLADY (Cuento)

AUTOR: Alfredo Mors -Córdoba - ARGENTINA
Era tan joven y hermoso que se diría que ni el tiempo ni las edades hubieran pasado para él.
En el pueblo no se conocía el origen de este personaje, que un día apareciera, hacía de esto un tiempo que ya nadie recordaba, pero que se perdía en la desmemoria colectiva.
Lo que a todos estremecía es que parecía como si el tiempo no hubiera pasado para él. Todo su aspecto se mantenía de un mismo modo: su mismo porte, su cabello largo y de un intenso color negro, con brillo natural. La tersura de su piel y su enigmática sonrisa en una boca de finos labios.
Nadie sabía a ciencia cierta cual era su ocupación que le permitía una existencia sin sobresaltos. Sólo se conocía de él, que tenía y cuidaba con esmero, un jardín de exóticas flores, pero no se sabía que comerciara con ellas. Al menos no en el pueblo.
Había sí, ciertos momentos en que desaparecía de los lugares habituales, sin que nadie pudiera precisar donde se encontraba.
Alguien, hacía de esto mucho tiempo, afirmaba que su nombre verdadero era Vladimiro, aunque todos lo conocían por Vlady.
En el pueblo habían ocurrido, desde que se tenía memoria, algunos casos extrañísimos de jóvenes mujeres de quienes nunca más se supo. Algunos afirmaban que, cansadas de la rutina pueblerina, se habían ido a ciudades importantes. Lo extraño era que no se había tenido más noticias. Ni tan sólo un rumor.
Elizabeth tenía 18 años y estaba en el despertar de todos sus sentidos. Como muchas jóvenes antes, miraba con algo más que curiosidad a Vlady, de quien le atraía todo: su porte, su sonrisa, el color de su cabello, etc. pero le intrigaba particularmente esa flor, que no podía describir y que Vlady acostumbraba llevar en su solapa.
Se había propuesto quizás conocer algo del misterioso personaje. Vlady decididamente le gustaba más que cualquiera de los muchachos que conocía.
Caminó hacia la casona donde sabía vivía Vlady, sólo impulsada por su deseo de verlo. En eso que iba de camino, sintió a su espalda un indescriptible perfume a flores que no llegaba a definir.
Se dio vuelta y sólo pudo percibir, casi como si cubriera todo su campo visual, un rostro joven, intensamente joven, como si se renovara permanentemente. El largo cabello negro enmarcaba este juvenil rostro. El resto de la figura iba cubierto con un saco largo, sobre pantalones, todo ello muy negro.
Sólo una nota de color en esta figura, que al momento descubrió como Vlady: una exótica flor, que no conocía, lucía en la solapa de su sacón.
Una amplia sonrisa primero, en el rostro de Vlady, que la hizo fijar la vista en sus ojos de profundo color azul, casi resplandeciente. Luego la sonrisa que cambia, trocándose en una mueca siniestra.
Inmediatamente siente un perfume intenso que la invade, sumiéndola en un sopor e inmovilidad totales. Unas manos de largos dedos, muy blancas, la aprisionan.
En seguida, percibe un intenso brillo metálico en una de esas manos. Un puñal en esas manos. Amenaza, sin pronunciar palabras. Ella quiere pedir ayuda pero no puede articular ningún sonido.
Algo sostiene fuertemente sus manos. Se ve casi arrastrada hacia la casona de Vlady, a cuyas puertas se encontraba, no sabiendo cómo había llegado hasta allí.
Él, en la sala de la casa, quiere besarla. Ella se resiste. Siente que con un agudo filo, desgarran su vestido. Trata de escapar y no puede.
Siente que todo su cuerpo se desgarra. Un instante después, el frío del acero penetrando en su cuerpo y luego un frío que le va ganando, mientras se siente caer en un profundo pozo de sombras y muerte.
Vlady toma el cuerpo ya exánime de Elizabeth y lo traslada hacia el jardín. Allí, al pie de la ventana de su dormitorio, ubicado en la planta alta, cava una fosa y deposita el cuerpo, tapándolo sólo con tierra. Otros cuerpos yacían en ese mismo jardín y le daban su alimento. Finalmente coloca sobre la fosa una planta de rosas trepadoras.
En el pueblo, ya de noche, se desata una investigación policial, ante la desaparición de Elizabeth.
Por testimonios e indicios, habiendo pasado tan sólo 24 horas, encaminan sus pasos hacia la casona de Vlady.
Las puertas del frente están sin llaves, pero nadie sale a atenderles. Un fuerte, intenso, aroma de flores, inunda la estancia principal, especialmente la sala y se propaga y percibe en toda la casa.
Van hacia la planta alta, donde se acrecienta el aroma a flores con mayor intensidad. Entran en el cuarto principal. Sobre una cama, con cobertor de terciopelo oscuro, una figura humana o lo que queda de ella. Vestida con pantalones y un sacón largo y negro, tanto como sus largos cabellos. Un rostro. Viejo, decrépito, con una indescifrable edad. Muerto desde no se puede precisar cuando.
El cadáver está envuelto, como tomado, abrazado, enlazado, entretejido, entre ramas de una enredadera colmada de pequeñas rosas pálidas, de las que emana el profundo aroma de flores.
Estas ramas han penetrado en la alcoba a través de la ventana y provienen del jardín, justo debajo de la misma ventana, desde un sector, con forma de fosa, y con la tierra removida recientemente.

1 comentario:

  1. Este cuento es muy bello. Adelante escritor!!
    Una admiradora secreta!

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